IV /// ESCUCHA EL LATIDO DE LAS PIEDRAS
Termas de Antonino Pio, Carthago, Túnez / ©2013 Dipah DiDd
Cuenta una antigua leyenda china que un discípulo preguntó a su maestro sobre la diferencia entre el Cielo y el Infierno. El maestro le dijo que aunque era muy pequeña, sin embargo tenía grandes consecuencias. Entonces le contó que en el peregrinar hacia la sabiduría, un día vio un gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. En su derredor había muchos hombres hambrientos casi a punto de morir que no podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterno delante de una abundancia inagotable. Y así supo el maestro que eso era el Infierno. Al día siguiente, en el camino vio otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor de él había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad que no podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz pero con sus largos palillos, en vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz. Y así acallaban el hambre, juntos y solidarios, gozando a manos llenas de la abundancia inagotable. Y entonces, el maestro supo que eso era el Cielo.
Si pretendes mejorarte a ti mismo, debes darte cuenta que es necesario empezar por mejorar a los demás. Si quieres cumplir tus sueños, tienes que pensar de inmediato en ayudar a los demás a que cumplan también los suyos. No sólo debemos ser capaces de cargar con nuestros problemas y, cuando llega el momento, de dejarlos marchar, sino también es preciso que nos esforcemos en ayudar a quienes lo necesitan. Cuando somos capaces de sobreponernos a los problemas de nuestro entorno sin renunciar a pensar al mismo tiempo en los demás, entonces comprendemos el verdadero significado de la “consideración sincera” de la que hablaba Confucio. Esta consideración significa que si quieres hacer algo para mejorarte a ti mismo no debes obligar a nadie a actuar en contra de su voluntad y en el caso de que otros nos causen daño, debemos liberarnos del pesar para no rumiar eternamente y volver a sufrir, una por una, las ofensas. Ser comprensivo con los demás es la mejor forma de preservar para uno mismo la amplitud del Mar y del Cielo. Vivir es construirse y la vida nos exige que luchemos para llegar a ser nosotros mismos, esforzándonos día a día por ser quienes deseamos ser. Sólo es posible respetar y querer a los demás si uno empieza respetándose y queriéndose a sí mismo, lo que implica aceptarse y valorarse por lo que uno es y no por lo que aparenta ser, ni por lo que tiene o dice tener. Empatiza con los demás, expresa tus emociones, extiende tu mano y toca la vida de los demás, pon en marcha tu altruismo y proyecta tu amor. Una risa chispeante, un gesto tierno, un abrazo que arropa y enciende la pasión de vivir, escuchar sin prejuicios, aceptar los desafíos, fluir con las oportunidades, superar tus miedos, hacer realidad los sueños, son algunos de los caminos más importantes para mantener tu estado interno de felicidad. Kafer khirek, Námaste!
Termas de Antonino Pio, Carthago, Túnez / ©2013 Dipah DiDd
Cuenta una antigua leyenda china que un discípulo preguntó a su maestro sobre la diferencia entre el Cielo y el Infierno. El maestro le dijo que aunque era muy pequeña, sin embargo tenía grandes consecuencias. Entonces le contó que en el peregrinar hacia la sabiduría, un día vio un gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. En su derredor había muchos hombres hambrientos casi a punto de morir que no podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz, pero no conseguían llevarlo a la boca porque los palillos que tenían en sus manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, juntos pero solitarios, permanecían padeciendo un hambre eterno delante de una abundancia inagotable. Y así supo el maestro que eso era el Infierno. Al día siguiente, en el camino vio otro gran monte de arroz cocido y preparado como alimento. Alrededor de él había muchos hombres, hambrientos pero llenos de vitalidad que no podían aproximarse al monte de arroz pero tenían en sus manos largos palillos de dos y tres metros de longitud. Llegaban a coger el arroz pero con sus largos palillos, en vez de llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros el arroz. Y así acallaban el hambre, juntos y solidarios, gozando a manos llenas de la abundancia inagotable. Y entonces, el maestro supo que eso era el Cielo.
Si pretendes mejorarte a ti mismo, debes darte cuenta que es necesario empezar por mejorar a los demás. Si quieres cumplir tus sueños, tienes que pensar de inmediato en ayudar a los demás a que cumplan también los suyos. No sólo debemos ser capaces de cargar con nuestros problemas y, cuando llega el momento, de dejarlos marchar, sino también es preciso que nos esforcemos en ayudar a quienes lo necesitan. Cuando somos capaces de sobreponernos a los problemas de nuestro entorno sin renunciar a pensar al mismo tiempo en los demás, entonces comprendemos el verdadero significado de la “consideración sincera” de la que hablaba Confucio. Esta consideración significa que si quieres hacer algo para mejorarte a ti mismo no debes obligar a nadie a actuar en contra de su voluntad y en el caso de que otros nos causen daño, debemos liberarnos del pesar para no rumiar eternamente y volver a sufrir, una por una, las ofensas. Ser comprensivo con los demás es la mejor forma de preservar para uno mismo la amplitud del Mar y del Cielo. Vivir es construirse y la vida nos exige que luchemos para llegar a ser nosotros mismos, esforzándonos día a día por ser quienes deseamos ser. Sólo es posible respetar y querer a los demás si uno empieza respetándose y queriéndose a sí mismo, lo que implica aceptarse y valorarse por lo que uno es y no por lo que aparenta ser, ni por lo que tiene o dice tener. Empatiza con los demás, expresa tus emociones, extiende tu mano y toca la vida de los demás, pon en marcha tu altruismo y proyecta tu amor. Una risa chispeante, un gesto tierno, un abrazo que arropa y enciende la pasión de vivir, escuchar sin prejuicios, aceptar los desafíos, fluir con las oportunidades, superar tus miedos, hacer realidad los sueños, son algunos de los caminos más importantes para mantener tu estado interno de felicidad. Kafer khirek, Námaste!
V /// ESCUCHA EL LATIDO DE LAS PIEDRAS
Fonte da Sabuga, Sintra, Portugal / ©2013 Dipah DiDd
Cuenta la mitología griega que Pandora fue la primera mujer sobre la tierra. A pedido de Zeus, fue creada por Hefesto, el dios del Fuego y de la Metalurgia. Como era muy hermosa, los otros dioses se apresuraron a presentar sus respetos junto con numerosos regalos. Entre estos últimos, se encontraba una suntuosa caja que, bajo ningún concepto, debía abrir. Sin embargo, un día la venció la curiosidad y de su interior, como una ráfaga de viento huracanado, surgieron todas las enfermedades del cuerpo y los venenos del alma. Pandora, presa de un terror incontenible, intentó cerrar la caja pero no tuvo éxito. Aquella caja ya había expulsado todos los infiernos reservados para los humanos pero en su interior todavía quedaba la esperanza, un único sentimiento capaz de confortarnos frente a todos los males que ya se habían liberado. Cada uno de nosotros tiene una caja de Pandora que contiene lo más sublime y lo más temible de nuestra mente. Si la abrimos en el camino de nuestro auto conocimiento, seremos capaces de reconocer lo que se esconde detrás de algunas de nuestras reacciones y emociones, comprendiendo el modo en el que interpretamos y valoramos las distintas situaciones que vivimos. En el fondo de nuestra caja también está la esperanza y ella es el principal recurso de nuestro talento para vivir, el impulso para avanzar por los diferentes tramos del camino de nuestras vidas. Esta esperanza es la que nos hace latir con el movimiento de nuestras emociones, fomentar nuestras habilidades para afrontar los miedos, eliminar los condicionamientos negativos, florecer con nuestra creatividad, sonreir y comunicarnos para amar sincera y profundamente, hallando las claves para mantener nuestra salud emocional.
Algunos de los sucesos que ocurren en nuestra vida, nos invitan a reflexionar sobre si en realidad somos coherentes en nuestros pensamientos y acciones con aquello que decimos creer. Y es que, probablemente, ahí está una de las claves de nuestro crecimiento: en las acciones sí, pero también en los pensamientos. Cada uno de nosotros puede decir cualquier cosa y, como por lo general siempre se lo decimos a otros, puede ser que terminemos diciendo lo que nos conviene que ellos escuchen. Sin embargo, nuestros actos nos desvelan ante los demás y nuestros pensamientos ante nosotros mismos. Si a veces la desnudez frente al prójimo es incómoda, la desnudez ante nosotros mismos lo es todavía más. A menudo, caminamos por la vida con ideas improvisadas y actitudes frágiles. Los momentos de crisis son una magnífica oportunidad para saber si somos de veras coherentes. Y si no, para aprender a serlo con la esperanza como aliado, el único sentimiento que siempre nos anima desde el fondo de nuestra propia caja de Pandora. Kafer khirek, Námaste!
Fonte da Sabuga, Sintra, Portugal / ©2013 Dipah DiDd
Cuenta la mitología griega que Pandora fue la primera mujer sobre la tierra. A pedido de Zeus, fue creada por Hefesto, el dios del Fuego y de la Metalurgia. Como era muy hermosa, los otros dioses se apresuraron a presentar sus respetos junto con numerosos regalos. Entre estos últimos, se encontraba una suntuosa caja que, bajo ningún concepto, debía abrir. Sin embargo, un día la venció la curiosidad y de su interior, como una ráfaga de viento huracanado, surgieron todas las enfermedades del cuerpo y los venenos del alma. Pandora, presa de un terror incontenible, intentó cerrar la caja pero no tuvo éxito. Aquella caja ya había expulsado todos los infiernos reservados para los humanos pero en su interior todavía quedaba la esperanza, un único sentimiento capaz de confortarnos frente a todos los males que ya se habían liberado. Cada uno de nosotros tiene una caja de Pandora que contiene lo más sublime y lo más temible de nuestra mente. Si la abrimos en el camino de nuestro auto conocimiento, seremos capaces de reconocer lo que se esconde detrás de algunas de nuestras reacciones y emociones, comprendiendo el modo en el que interpretamos y valoramos las distintas situaciones que vivimos. En el fondo de nuestra caja también está la esperanza y ella es el principal recurso de nuestro talento para vivir, el impulso para avanzar por los diferentes tramos del camino de nuestras vidas. Esta esperanza es la que nos hace latir con el movimiento de nuestras emociones, fomentar nuestras habilidades para afrontar los miedos, eliminar los condicionamientos negativos, florecer con nuestra creatividad, sonreir y comunicarnos para amar sincera y profundamente, hallando las claves para mantener nuestra salud emocional.
Algunos de los sucesos que ocurren en nuestra vida, nos invitan a reflexionar sobre si en realidad somos coherentes en nuestros pensamientos y acciones con aquello que decimos creer. Y es que, probablemente, ahí está una de las claves de nuestro crecimiento: en las acciones sí, pero también en los pensamientos. Cada uno de nosotros puede decir cualquier cosa y, como por lo general siempre se lo decimos a otros, puede ser que terminemos diciendo lo que nos conviene que ellos escuchen. Sin embargo, nuestros actos nos desvelan ante los demás y nuestros pensamientos ante nosotros mismos. Si a veces la desnudez frente al prójimo es incómoda, la desnudez ante nosotros mismos lo es todavía más. A menudo, caminamos por la vida con ideas improvisadas y actitudes frágiles. Los momentos de crisis son una magnífica oportunidad para saber si somos de veras coherentes. Y si no, para aprender a serlo con la esperanza como aliado, el único sentimiento que siempre nos anima desde el fondo de nuestra propia caja de Pandora. Kafer khirek, Námaste!
VI /// ESCUCHA EL LATIDO DE LAS PIEDRAS
Ciudad púnica de Kerkouane, Patrimonio de la Humanidad, Túnez / ©2013 Dipah DiDd
Oye dos veces lo que no sepas cierto, y habla con prudencia en lo demás, por dejarte de errar en las palabras. Mira dos veces los peligros, y actúa con prudencia en lo demás, por dejar de arrepentirte de las obras. Antes de actuar, tu intención debe ser la del que se asoma al abismo, la del que pisa el hielo fino. Donde dejes de errar en las palabras y de arrepentirte de las obras, hallarás el camino a la sabiduría. Kung Fu Tsé, Lunyu: II, 18 / VII, 3
“Oir dos veces lo que no sepas cierto” nos invita a prestar atención y escuchar sin prejuicios para poder comprender, resolver lo que no está claro y aprender. “Hablar con prudencia en lo demás” nos recuerda que aunque sintamos que sabemos algo, debemos hablar con sencillez y sinceridad, sin buscar el menoscabo de los demás o el control de las situaciones. “Mirar dos veces los peligros” nos recuerda que debemos estar atentos para reconocer las situaciones conflictivas con el fin de resolverlas en primer lugar, evitando malgastar nuestras vidas permaneciendo anestesiados en nuestra “zona de confort”, eligiendo las excusas que nos dejen mejor parados frente a la falta de confianza que nos lleva a no aceptar los desafíos que nos impulsan a evolucionar para disfrutar de la vida.
En lo que hacemos, tenemos que poner tanto cuidado como si estuviéramos al borde de un precipicio y tanta precaución como si anduviéramos sobre una capa de hielo muy fino para “dejar de errar en las palabras y dejar de arrepentirse de las obras”. Pensar más, reflexionar más, escuchar más, actuar de forma fluida y hablar con precaución siempre nos ayudarán a tener menos que lamentarnos luego. No hay medicina en el mundo que cure el arrepentimiento: para cuando nos damos cuenta de que hemos hecho algo mal, ya no hay forma de remediarlo. Si al hablar intentamos protestar menos y fluimos con el mar de energía que nos rodea para actuar en forma proactiva, autotélica y responsable, viviremos muchas menos experiencias de las que luego tengamos que arrepentirnos.
Lo que más suele cegarnos es la falta de amplitud de nuestra mente. La filosofía de Confucio siempre nos lo recuerda con la belleza incomparable de sus sentencias: ¿cómo puede la rana que vive dentro del pozo saber lo que significa la inmensidad? Porque sólo conseguimos disfrutar con pasión nuestra vida cuando nos alejamos de los reproches, las quejas, las culpas y el arrepentimiento. Kafer khirek, Námaste!
Ciudad púnica de Kerkouane, Patrimonio de la Humanidad, Túnez / ©2013 Dipah DiDd
Oye dos veces lo que no sepas cierto, y habla con prudencia en lo demás, por dejarte de errar en las palabras. Mira dos veces los peligros, y actúa con prudencia en lo demás, por dejar de arrepentirte de las obras. Antes de actuar, tu intención debe ser la del que se asoma al abismo, la del que pisa el hielo fino. Donde dejes de errar en las palabras y de arrepentirte de las obras, hallarás el camino a la sabiduría. Kung Fu Tsé, Lunyu: II, 18 / VII, 3
“Oir dos veces lo que no sepas cierto” nos invita a prestar atención y escuchar sin prejuicios para poder comprender, resolver lo que no está claro y aprender. “Hablar con prudencia en lo demás” nos recuerda que aunque sintamos que sabemos algo, debemos hablar con sencillez y sinceridad, sin buscar el menoscabo de los demás o el control de las situaciones. “Mirar dos veces los peligros” nos recuerda que debemos estar atentos para reconocer las situaciones conflictivas con el fin de resolverlas en primer lugar, evitando malgastar nuestras vidas permaneciendo anestesiados en nuestra “zona de confort”, eligiendo las excusas que nos dejen mejor parados frente a la falta de confianza que nos lleva a no aceptar los desafíos que nos impulsan a evolucionar para disfrutar de la vida.
En lo que hacemos, tenemos que poner tanto cuidado como si estuviéramos al borde de un precipicio y tanta precaución como si anduviéramos sobre una capa de hielo muy fino para “dejar de errar en las palabras y dejar de arrepentirse de las obras”. Pensar más, reflexionar más, escuchar más, actuar de forma fluida y hablar con precaución siempre nos ayudarán a tener menos que lamentarnos luego. No hay medicina en el mundo que cure el arrepentimiento: para cuando nos damos cuenta de que hemos hecho algo mal, ya no hay forma de remediarlo. Si al hablar intentamos protestar menos y fluimos con el mar de energía que nos rodea para actuar en forma proactiva, autotélica y responsable, viviremos muchas menos experiencias de las que luego tengamos que arrepentirnos.
Lo que más suele cegarnos es la falta de amplitud de nuestra mente. La filosofía de Confucio siempre nos lo recuerda con la belleza incomparable de sus sentencias: ¿cómo puede la rana que vive dentro del pozo saber lo que significa la inmensidad? Porque sólo conseguimos disfrutar con pasión nuestra vida cuando nos alejamos de los reproches, las quejas, las culpas y el arrepentimiento. Kafer khirek, Námaste!